jueves, 9 de abril de 2009

Historias que ocurrían

Ocurría que llevaba ya
demasiados días así. No estaba contenta, pero era incapaz de ponerme triste.
No me importaban los gritos, ni aquella mirada ante el espejo. Ni siquiera
me preocupaba responder a la eterna pregunta de ¿Hacia dónde?

Sucedía
que te había arrinconado. No con odio, rencor, tristeza o
autoengaño. Lo había
hecho al mirarte de verdad.
No por todo lo que no
eras, sino por aquello que
eras en exceso. Por todas las palabras que jamás
te atreviste a pronunciar y,
sin embargo, siempre me gritaste demasiado
alto, cuando creías que no te
escuchaba ya.

Y ya nada, nunca, jamás
me acordé de aquella vieja caja
donde guardamos los viajes a los que no
acudimos, las sonrisas que escupimos,
los arañazos de rozarnos demasiado el
corazón.